No solía saber nada, como siempre. La rutina permanecía estática. Pensó rápidamente: "sin arte", remitiendo sus memorias a las etimologías de clases de latín. Sin arte, un devenir cansado de su propio devenir, una rutina que, de ser penetrada adecuadamente, despertaría sueños mal cuajados, cupcakes crudos y desesperación. Sin embargo, el cansancio permeaba la rutina y la rutina se arrastraba en los caudales escamosos del cansancio, criaturas míticas y oroburos protectores de vicios.
Recordó sus clases de música.
Y no, nunca tomó clases de música formalmente.
Bueno, sí, pero le gusta mantenerlo en secreto. Su falta de talento era innata y por más que trataba nunca pudo conseguir una interpretación decente. Los bemoles, acordes y composiciones se negaban a permearla.
Compensó la falta de talento con un amor transformado en melomanía. El mejor cumplido jamás recibido.
* * *
Clases de música.
Sentados junto al piano de la sala discutíamos de asuntos irrelevantes que arrancaban bruscas risas de mis entrañas. Le pedí que me enseñara de música.
Me pidió que le enseñara de música. Definiciones, más que nada. Melodía, armonía, ¿cómo explicar el contrapunto?
Piezas de rock alternativo para ilustrar dos líneas con movimientos distintos pero acompasados, un acompañamiento diverso que creaba ese equilibrio sonoro. Contrapunto.
Le mostré distintos ejemplos, pero ella no comprendía. Fui paciente y en mis adentros me reía del encanto que su torpeza poseía para poderle enseñar ese concepto.
Contrapunto. Mi vida se bifurca y las dos vertientes me envuelven causando caos. Una armonía que separada no es más que un sonido consumido por predisposiciones y miedos. Una interdependencia en mi contrapunto, porque la falta de costumbre ante la felicidad y los arranques pasionales me están colapsando.
Ella no se sabe contener. Y, a pesar de ello, sus lágrimas se quedan estancadas en sus párpados, y en sus canciones apropiadas. Y en esa agitación que siente en el pecho.
* * *
Con una vela en la mano él se dispuso a subir por las escaleras. Y regaló sobria monocromía por cada rincón del recinto. La acarició y la apaciguó. No le haría daño y se insertaría en su mismo nivel, cobijándola con canciones ajenas que sólo le pertenecían a él. Pero que había guardado para ella. él no sabe nada de clases de música, pero lo sabe todo sobre la música. Como nunca, él solía saberlo todo. Se revelaba de momento como preludio, pues anticipar más es una desfachatez. Pero él sabe que ella sabe lo que vendrá. Y lo entusiasma. Y la toma de la mano, se recuesta a su lado y escucha su agitación, sus sueños y el movimiento de sus cabellos.
Ella conoce el poder de la narración. Y de la palabra, porque es la única forma en la cual se puede construir. Co-autoría.
Y ella observa con cuidado su propio cuerpo desgarrado. La dramática representación de su desmembrado ser la conmueve. Se une con una aguja, finas vetas de plata y vibraciones sonoras. Ella se conoce como contrapunto. Aunque ya haya perdido toda noción de aquél concepto. Se sabe un híbrido eufórico pero atemorizado, incontenible. Y se derrama, en silencios, temblores, besos, letras, miradas, suspiros, anhelos, bloqueos, ritmos, conjunciones. Es como tratar de hallar ángulos entre las olas del mar. Gritos y ambigüedades. Se sonríe porque escribió. Y se escribió.
Everytime I rise I see you falling, can you find me space inside your bleeding heart? (porque hay veces en las que los epígrafes encabezan los finales)
3 comentarios:
"somos contrapuntos", me dijo alguien ayer.
No tengo internet en casa. Cuando puedo conectarme y vagar un poco entre blogs, pixeles hechos fotos, correos sin sellos postales.. uno de mis momentos favoritos es visitar .v.v. y leerte.
Con cosas como esta que escribes, te citaría siempre.
No te estoy estoquiando(baidewey me gusto mucho)
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