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Siempre que llega final de semestre me convierto en una inútil, espero a que caiga la noche para poder escribir tres líneas de algo que terminaré por borrar. Procrastinación.
No estoy configurada para trabajar sin culpa y disfruto leer mis tiempos pasados. Hoy encontré mi novela, esa que escribí a los 18 y la cual me costó amistades y llantos irreverentes.
Acá el primer capítulo, postearé por entregas el resto. No modificaré el texto, sólo marcaré los sic cuando considere necesario.
Con una culpa extraña (que sabe a canela)

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- Y la novela comienza cuando Silverio se da cuenta de la mierda de la vida y el inmenso vacío que provoca el percatarse de su mortalidad. Toma una soga y salta al vacío. Así, sin emoción, ni un puto testigo y un montón de recuerdos temiendo lo peor, con un miedo marrano sin siquiera haber cumplido el propósito de morir con estilo o una pendejada semejante a esa. ¿Morir a los 35 estrellándose contra un muro de contención? Hubiera sido un milagro… - Marla relee lo escrito y no se muestra muy satisfecha con el destino que le planeó a Silverio. Sin pudor alguno arranca la hoja de su libreta y la pone aparte, sin desecharla ni atesorarla, sino evadiéndola, ignorándola, cual plaga de letras inmunes. Lleva más de tres semanas trabajando en esta historia y aún no logra concretar nada. Silverio Arellano es su personaje, la única constante de este proceso masoquista llamado escribir. -Me gustaría que tuviera más estilo pero que no resaltara tanto, que fuera mundano y a la vez controversial, que caminara erguido y presumiera su elegante porte, pero que no cayera en lo esnobista y arrogante. Me gustaría retratarlo dentro de este reflejo, pero a la vez disfrazarlo tanto que ese secreto quedara completamente rezagado en mis entrañas. No sé qué quiero ni qué escribo, todo queda tan lejos de mi alcance y a la vez está dentro de mí-. La poca iluminación del estudio le creaba una hinchazón en los párpados por el esfuerzo al cual los sometía al continuar escribiendo. Además de aquella lámpara lambiscona, reposaban sobre el escritorio un montón de discos, una tapa mordida de pluma, una taza de café que portaba la leyenda “Welcome to the Safari” con un simpático y lelo changuito selvático, un cenicero ajeno, el teléfono y una montaña de hojas desterradas. Y la novela volvía a comenzar –Silverio buscó desesperadamente sus llaves, mientras que el recuerdo de Yolanda le palpitaba con ganas locas, una palabra más de esa impostora narcotraficante y se largaba de Montevideo para no volver jamás… - ¿Narcotraficante? Con peluca falsa incluida, ¿Por qué tenía que estarse dando explicaciones para sí misma? Es mi decisión, es mi personaje y es mi historia, no hay nada que me impida convertirla en narcotraficante, estrella de rock o mesera de un dinner estadounidense. Pero que clase de pendejadas digo. No es coherente. No es saludable. No es aceptable. No hay valor más apreciable que la aprobación ajena. Y definitivamente esto no me la va a dar. Marla se levantó y bajó las escaleras, trece peldaños de madera, clack, clack, clack, el sonido se amplifica cuando sólo hay un receptor de vibraciones, clack, clack, clack. Por fin llega a la cocina y se detiene un momento frente al refrigerador, una fotografía la recibe jocosamente. Las sonrisas de su familia le causan náusea. Si nunca hubieran tomado esa fotografía, si no la hubieran dejado sola en casa sin avisar, si Silverio fuera más Silverio y menos Javier, si su puta migraña la dejara en paz, si pudiera gritar lo más fuerte y con todo el aire que contienen sus pulmones, si tan sólo fuera… Pero no, Marla no lo es y le falta valor, mucho valor y cojones. Abre el refrigerador con un aire de derrota, saca el cartón de leche y se sirve un vaso. Contempla la leche como si fuera la panacea, su panacea. Es tan blanca y neutra, silenciosa y estable. La situación aparenta estar controlada, ni un hongo ni distinta coloración. Y de un día para otro, se pudre, ella misma se delata con su hedor. Yo soy como la leche, me estoy pudriendo, apesto. Nadie se ha dado cuenta.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Tantos recuerdos!
Y... en el fondo, seguiremos siendo las mismas?
MaC

Anónimo dijo...

Me he ya enganchado en la novela. Esperaré el siguiente capítulo. Aventuro, arriesgándome a parecer intromisiva, un pequeño comentario. Creo que el cambio al estilo indirecto libre (cuando deja de hablar el narrador y empieza a hablar ella) podría ser algo más evidente para evitar confusiones entre las dos historias que se cuentan. Sólo una opinión. Me daré vueltas por tu mundo. Felicidades!
Julieta

Viajero vertical dijo...

Metaficción. Es lo primero que noto por eso que por falta de precisión decimos casualidad o también afinidades electivas.