El patíbulo.

Cuando asignaron la sentencia se dio a conocer la fecha en la cual el reo moriría a causa de la pena de muerte. El crimen que cometió no podía quedar impune. La cadena perpetua sería un acto de debilidad por parte de las autoridades. Y por primera vez no estaban dispuestas a quedar en ridículo.
El pueblo fue avisado con un mes de anticipación, diversos comunicados fueron extendidos para que asistieran ese sábado a la plaza pública, alentando a que llevaran a sus hijos para que les sirviera como ejemplo. Así aprenderían a no cometer errores tan graves como el del acusado en cuestión.
Alrededor del mediodía comenzó el espectáculo. El silencio se hizo partícipe, la tensión aumentaba, unas pisadas y jaloneos se escucharon a lo lejos: los verdugos ya estaban ahí.
12:15 pm, el sudor corría por las espaldas de los espectadores, el preso estaba listo. Lo escoltaron dos personajes singulares, tomándolo por los brazos de manera violenta. Le descubrieron el rostro. El concepto de muerte es incompatible con el de piedad o compasión. Las cosas como son. No había tiempo que perder.
La sangre le impedía mirar. No sabía bien si era la sangre o el sol. La realidad desde otra perspectiva: la horca. Le colocaron la soga alrededor del cuello. Un cura se acercó. El reo no hizo más que escupir. Un verdugo moreno y fornido se encargó del trabajo sucio. Instantes antes de que la cuerda se tensara por completo, el prisionero alcanzó a decir: "bienvenidos a mi cumpleaños".

Videotape

El dolor no tiene memoria.
Se pierde y reaparece entre enmarañados recobecos de una sola cabellera.
Camina entre anaqueles y carece de concentración.
Life's an accident. A big motherfucking accident.