Made up love song

Mi amiga J. dijo que esta canción le recuerda a F y a mí. Lo aprecio. Demasiado.


Such is Life // 3

Ayer:
Hoy se retorcieron mis entrañas al pensar que no temrinaré mis trabajos. 6 am leyendo artículos de la Señora Revueltas, ¡qué desfachatez! Vi Up y me gustó. F is so freakin' wonderful. Pérdida de tiempo nocturna, ya pronto llegaré a la Castalia...

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3

Era una sensación bien culera, me oprimía la vesícula y no podía respirar muy bien, sentía una rabia fluir por todo mi ser, incontrolable, todo por un simple detalle, que [sic] idiotez, en verdad trato y trato de tranquilizarme, me estoy amargando. Me gustaría decir que no es nada, son simples discos, son sólo cartas, palabras escritas, letras agrupadas buscándole un sentido inexistente a la vida. Realmente no es nada. Igual me sigue doliendo. Ya no me interesa encontrarle explicación a esta molestia, pasará, así como lo hace mi existencia, mi cuerpo se desgasta día a día, lleno mi memoria de información inútil que queda almacenada en algún lado de mi cerebro mientras duermo. Al siguiente día despierto y ya no está. Quizá y si duermo y almaceno este sentimiento, ya no esté cuando despierte en unas pocas horas. Uzue, quiero aprender a fingir demencia e ignorarte, escupirte, atropellarte. Pero aquí estás, me has convertido en un imbécil más que se conmueve al escuchar tu canción favorita en el supermercado, de esos ineptos que huelen su ropa, para comprobar que aún hay vestigios del perfume de su amada, de esos imbéciles que gastan su quincena en un arreglo de orquídeas exóticas africanas, para que al llegar a tu casa y tomarte de la mano perciba que tú no estás conmigo. No lo estás, no lo niegues, ya no lo estás. Y me sigo cuestionando si algún día lo estuviste. Silverio se levanta de su cama, el tiempo lo llena de un ocio putrefacto que le crea visiones desagradables, el ocio y sus pastillas. Después de ir de marcha por consultorios psiquiátricos, terapeutas, psicólogos, neurólogos, demás variantes de este rubro, descubrió que su única salida era la automedicación. Xanax, Tegretol, Prozac, píldoras clandestinas compradas en sitios clandestinos. Su amante actual: Valium. Una depresión maniatada a sus dosis alternadas, media en la mañana, dos a la hora de la comida y una para la noche. Y si la ansiedad ataca, aumente la dosis en 1 pastilla más para calmar el desasosiego. Acostarse en la cama era como sumergirse en una alberca llena de gelatina fluorescente, visiones antropomorfas lo quemaban vivo, el sudor llagaba su entendimiento, el dormir terminaba por consumirlo.
Silverio caminó a su cocina, era las 11:12, se sirvió un vaso de agua, tomó la mitad de su pastilla correspondiente, se estiró hasta sentir que sus vértebras tronaban, señorita Uzue Vedia, ¿me quiere y me desea tanto como yo a usted? ¿Cuál es su restaurante favorito? ¿Y la mejor manera de hacer el amor? ¿Prefiere las convencionales rosas o crisantemos amarillos? ¿su lugar favorito de todo el apestoso universo? ¿Preferiría usted acompañarme a mi hogar o yo tengo que seguir yendo al suyo? ¿Algún día me va a preguntar cómo me siento? Sólo una última pregunta por favor, yo sé que usted es una mujer ocupada, o como dirían los anuncios publicitarios, contemporánea, pero le ruego que me permita resaltar una cuestión más ¿qué tan cercano y constante se encuentra él de su corazón señorita Uzue? ¿Me va a contestar o seguiremos pretendiendo que aquí no pasó nada? Silverio detuvo sus pensamientos mientras contempló como lentamente el vaso de cristal se rompía en incontables pedacitos, fue una escena lenta, o al menos así la quiso asimilar. Me estoy amargando, no hay duda alguna.

2

Hoy hubo riot en mi escuela, tuve miedo, fui con Lapi a pseudotrabajar, pero realmente no avancé nada, comí pizza con F y jugamos. Aquí el segundo capítulo

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Todo comenzó en aquella primavera del ’93, la niña Irene cumplía 7 años. Sin haber pedido semejante tortura, sus padres osaron preocuparse por ella –acto excepcional tomando en cuenta esa situación familiar tan peculiar- y le hicieron “la fiesta de cumpleaños”. Y entre el payaso, que si el juego de las sillitas, la maquillista que te hacía un garabato para que te creyeras Blanca Nieves, Aurora o alguna de esas princesas de cuento, el pastel betunoso con colorante artificial, la mesa de regalos inoportunos e inútiles, Irene optó por abandonar la parafernalia consumista y se refugió en su recinto sagrado, la casita. Color palo de rosa, con ventanales lilas y alfeizares blancos para poner los pays de manzana recién horneados, una cocineta equipada con una serie de sartenes con mango rosa y un corazón en la punta, perfectos para cocinar esos huevos estrellados prefabricados que venían incluidos con el set de utensilios. En el centro de la pequeña casa estaba la mesa o desayunador, dependiendo de la hora, donde un florerito de barro traído de Oaxaca exhibía unas rosas con rocío de silicón, un detalle sublime para maravillar a los invitados con tan dulce aroma. Y si algún día las cosas se ponían feas, o le quería gritar a alguno de sus amigos imaginarios por haberla dejado plantada para tomar el té, contaba con el teléfono portátil de Fisher Price, que podía recrear un sinfín de frases, de las cuales la pequeña Irene sólo comprendía la mitad por su escaso conocimiento de inglés. Una vez dentro de aquél paraíso polimerizado, Irene soltó a llorar. Esa no era su celebración, ella era otro de los pequeños artefactos para causar pseudoalegría y redimir culpas de una mala paternidad. Si llama ahora podrá adquirir el paquete especial de cumpleaños Fisher Price número 4, festejada incluida. El dinero no lo compra todo. El dinero no le llega al precio de su felicidad. Ni sus escasos años transcurridos la van a cegar ante esta náusea tan trémula. Y aquella bola de pendejos que se divertían afuera de su refugio utilizándola como pretexto le causaban repulsión. Repulsión y urticaria. Irene cerró los ojos muy fuerte, pensando que mientras más duro apretara sus párpados, más rápido iban a despertar de esa pesadilla.